ACTIVIDAD 1: PIRULETAS DE CARITAS
Reconocer las emociones es el primer paso cuando se trabaja en el pensamiento emocional.
Hacia los 3 años se puede trabajar con ellos en el reconocimiento de emociones básicas como la alegría, el miedo, la tristeza o el enfado. Alrededor de los 5 años ya serán capaces de detectar la ira, la frustración o la envidia.
La actividad de las piruletas pretende que los niños disfruten con la elaboración del material trabajando la coordinación óculo manual y la motricidad fina, mientras que su juego pretende potenciar el conocimiento de las emociones vinculadas a las expresiones faciales.
¿Qué materiales necesitamos?
- Tapones de botellas Bezoya
- Palitos de madera
- Pegamento
- Cuencos (puedes usar las botellas Bezoya y así reutilizar materiales)
- Material para pintar caritas: Ojitos de plástico, rotuladores, gomaeva…
¡Manos a la obra!
Antes de manipular los materiales nos aseguramos de que estén correctamente desinfectados y hacemos un buen lavado de manos.
Los niños pintarán en los tapones caritas con expresiones que ellos conozcan. Se puede comentar con ellos qué tipo de expresiones tienen integradas. (Risa, llanto…) y a partir de eso hacer caritas que reflejen esos estados anímicos.
Crearemos varios cuencos cortando las botellas de Bezoya por la mitad y cada uno de ellos corresponderá a una emoción. Recuerda poner un poco de cinta adhesiva para proteger los bordes y tirar al contenedor amarillo las partes sobrantes de las botellas para que puedan ser reutilizadas. De este modo, además, cuidamos nuestro planeta 🙂
Los niños deben depositar, en el cuenco que corresponda, la expresión asociada a esa emoción, con el fin de ir integrando, en su aprendizaje, el reconocimiento de las mismas.
ACTIVIDAD 2 LA HORA DEL CUENTO
Los cuentos y las historias han sido, a lo largo de los años, una manera perfecta de transmitir ideas, conocimientos, formas de vida y culturas. Potencian la imaginación, enriquecen el lenguaje y ayudan a interiorizar conceptos. Además, los niños aprenden aspectos de la vida cotidiana y de otros mundos, convirtiéndose en un recurso excelente para la transmisión de valores. Solo hay que saber qué lecturas elegir para trabajar cada emoción.
A continuación, os recomendamos varias lecturas, para niños de 3 a 5 años, con las que trabajar las emociones:
- “Luli tiene una mamá canguro”. Ana Villaseca
Es la tierna historia de una niña que nace en una familia de canguros. Con este cuento se normalizan las emociones que sienten los niños en el proceso de separación de sus padres a la hora de incorporarse a la escuela. Valida las emociones de tristeza o miedo y aporta valor a su autonomía y capacidades propias, mientras son acompañados desde el amor y el respeto.
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- “¿Qué necesito cuando me enfado?” Tania García
Tania García con este cuento propone la validación de las emociones asociadas al enfado y cómo acompañar a los niños, desde el respeto, mientras se fomenta su autoestima.
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- “El monstruo de los colores”. Ana Llenas
Este cuento trabaja sobre el reconocimiento de las emociones según las sensaciones. Una manera divertida de acompañar a este divertido personaje y descubrir qué le pasa.
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- “Tristeza. Manual de usuario”. Eva Eland.
Este pequeño manual muestra, de una manera muy sencilla y cercana, la normalización de una de las emociones más duras de gestionar: la tristeza. A través de sus ilustraciones y sencillos textos, trata de transmitir cómo transitar y normalizar este sentimiento.
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- “Tengo un volcán” de Miriam Tirado
Esta lectura propone validar el enfado y la ira, mientras proporciona herramientas que ayudan a gestionar estas emociones en niños y adultos.
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- “El emocionómetro del inspector Drilo” Susanna Isern
El Inspector Drilo ayuda a los niños a entender 10 emociones con su original recurso: el emocionómetro. Además, invita a los niños a crear uno propio para hacer girar la rueda de las emociones y comprenderlas mejor.
- “De mayor quiero ser feliz” y “Hoy voy a tener un buen día” Anna Morató
Con estos cuentos, Anna Morató fomenta el pensamiento y el lenguaje positivo y profundiza en los valores que cree que son importantes que tengan ahora y en el futuro. Además, pretende transmitir fuerza para que se den cuenta del poder que tienen los niños dentro de ellos mismos.
Es importante que inculquemos desde casa el cuidado de estos preciados objetos que tanto les enseñarán y que, una vez los hayan utilizado, pueden regalar o donar a asociaciones, centros de atención a la infancia, hospitales…Y, si por deterioro se han de tirar, hacedlo en el contenedor de reciclado de papel y cartón.
ACTIVIDAD 3 MEMORY DE LAS EMOCIONES
Una de las primeras fases para reconocer las emociones propias, y las de los demás, es la detección de las muecas faciales como la sonrisa, fruncir el ceño o las lágrimas. La observación de uno mismo ayuda a conocerse mejor y en este juego propomos precisamente eso, reconocerse y asociar las expresiones a las emociones.
El formato será tipo memory, ese juego mítico de la infancia que consiste en duplicar imágenes, buscando su pareja boca abajo.
¿Qué necesitamos?
- Un espejo
- Una cámara de fotos
- Impresora
- Botellas Bezoya
Propuesta de juego
¡Recuerda! Antes de utilizar los materiales debemos desinfectarlos y lavarnos bien las manos.
Los niños, y los padres si se animan, se harán distintas fotos que muestren expresiones faciales y corporales. De tristeza, por ejemplo, haciendo un puchero, intentando soltar una lágrima o protagonizando una postura corporal cabizbaja. Una vez fotografiadas las emociones, se revelan o imprimen las imágenes que serán las tarjetas del juego.
En paralelo, construiremos, aprovechando las botellas, varios cuencos cortando las botellas de Bezoya por la mitad y asignado cada uno de ellos a una emoción. Como siempre, recuerda poner un poco de cinta adhesiva para proteger los bordes y tirar al contenedor amarillo las partes sobrantes de las botellas.
Para empezar el juego, se colocan las diferentes tarjetas boca abajo sobre una superficie. Os recordamos que, en ningún momento, podrán cambiarse de sitio. Por turnos, cada jugador deberá poner boca arriba dos tarjetas al azar. Si las dos tienen la misma expresión / emoción, el jugador las cogerá y podrá, automáticamente, repetir el turno. En caso contrario, si las dos tarjetas tienen diferentes expresiones / emociones, el jugador deberá volver a colocarlas boca abajo en el mismo sitio.
Cuando se hayan terminado las tarjetas, cada una será depositada en el cuenco correspondiente a su emoción, aprovechando para efectuar el sumatorio de puntos.
Con este divertido juego, se trabaja la memoria a corto plazo, el reconocimiento de las emociones y el conteo, además de la motricidad fina y el establecimiento de normas y turnos.
Dependiendo de la edad, se puede añadir nivel de complicación y número de emociones:
- Para 3 años, se trabajan emociones básicas como alegría, tristeza y miedo.
- Hacia los 4 años, se pueden incorporar, por ejemplo, ira, sorpresa y vergüenza.
- Alrededor de los 5 años se puede añadir otras como aburrimiento, sorpresa…
Una manera de aprender a través de la mejor herramienta de la infancia: el juego.
ACTIVIDAD 4- LA BOTELLA MÁGICA
Una de las maneras de gestionar las emociones es expresarlas ya que el mero hecho de verbalizar lo que uno siente, ayuda a generar una descongestión. Ese alivio se puede trabajar con los niños con actividades como la que os proponemos a continuación.
Bienvenidos al juego de “la botella mágica”, una propuesta para niños peor aplicable para los adultos 🙂 La podrán realizar solos si adquieren la dinámica de juego, aunque lo ideal es poder compartirla con alguien.
¿Qué necesitamos?
- Una botella de Bezoya de 1,5L.
- Una olla, cuenco, barreño…
- Colorante alimenticio.
¡Vamos a ello!
Antes de utilizar los materiales debemos desinfectarlos y lavarnos bien las manos.
Se coge una botella de agua y se introducen unas gotas de colorante alimenticio relacionadas con esa emoción. La amarilla: alegría, la azul: tristeza…
Esta actividad se puede realizar a diario, a modo “terapia” familiar, y con ella, ayudaremos a los niños a empatizar, normalizar emociones y salir de la etapa egocéntrica. Se trata de una herramienta muy eficaz, incluso para mejorar el estado de ánimo, donde valoras todas las cosas buenas cuando se trabaja en emociones “positivas”.
Esa botella de color se debe ir vaciando en un cuenco, en tanto en cuanto, los acontecimientos hayan sido más o menos fuertes para sentir esa emoción.
Por ejemplo. Trabajamos la tristeza:
- Uno dice: Me ha puesto triste que, hoy, un niño no ha querido jugar conmigo…. Y vacía un poco de la botella.
- Otro participante: A mí, que no me han dejado llevar un peluche al colegio…
Y así sucesivamente.
La botella se va vaciando a la que se van exteriorizando y detectando en qué momentos han ido generando esa emoción. También se puede trabajar para valorar todo lo bueno del día 😉 En este caso, se hace a la inversa, iremos llenando la botella con agua (del color que queramos) aportando todas las cosas buenas que nos suceden, que son muchas. Esto les llenará de energía y positivismo 😉
Al finalizar de la actividad, recordad desechar la botella de plástico en el contenedor amarillo para aportar vuestro granito de arena al cuidado de nuestro planeta.