Las rabietas de un niño y cómo actuar ante ellas es algo que lleva a muchos papás a acudir a un especialista y es una demanda que nos encontramos frecuentemente en nuestra consulta de psicología.
En esos momentos, los padres se ven desbordados ante el comportamiento de su hijo, el cual ha pasado de ser un “adorable” bebé a un niño que continuamente quiere lograr su objetivo actuando de ese modo. La preocupación de los padres va en aumento, y los niños parecen tener un “radar” para detectar que su comportamiento no gusta, razón por la cual cada vez se producen más a menudo y con mayor intensidad.
En muchas ocasiones las rabietas se inician sin grandes motivos que las justifiquen, solo porque el adulto les diga “no” a algo concreto. Ante estas situaciones el niño responde con gritos, lloros, tirándose al suelo y pataleando, intentando conseguir lo que quiere.
Las rabietas, generalmente, suelen aparecer a partir de los 2 años y duran, aproximadamente, hasta los 5, momento a partir del cual van desapareciendo gradualmente, aunque de manera más intensa se producen entre los 2 y 3 años.
Es a partir de esta edad cuando los niños son más autónomos, ya que han aprendido a caminar y quieren hacer las cosas por ellos mismos. Por otro lado, ya sea con gestos o con un breve vocabulario son capaces de expresar lo que quieren.
Las rabietas suelen producirse en los momentos donde el niño tiene hambre o se encuentra más cansado, como es al final de la mañana o de la tarde, o en el momento en el que los padres deciden que tiene que irse a dormir.
Es muy importante que los padres aprendan a gestionar estas rabietas para que no se intensifiquen y vayan desapareciendo poco a poco.
Los primeros berrinches suelen aparecer cuando el niño intenta realizar una llamada de atención hacia sus padres o persona adulta que esté a su cargo.
Muchas veces nos explican desesperados que han estado tranquilos durante todo el día y que, sin motivo aparente, se desata en ellos una rabieta que puede llegar a ser bastante intensa o de una duración considerable.
Las rabietas son una fase normal del desarrollo del niño, donde éste tiene que aprender a expresar sus emociones y a canalizar sus frustraciones, así como a respetar las normas. Pero somos los adultos, en nuestro día a día, los que debemos enseñarles cómo gestionar estas emociones negativas, para conseguir que sean unos niños felices.
Ante una señal de alarma en la que se desata una rabieta en un niño, es importante que los adultos actúen con calma. Aunque a veces parezca difícil, un niño responderá antes cuando sus padres se comporten con él de manera tranquila. Por ello es importante no gritar, ya que con estos lo único que haremos es alterarlo más.
Es importante que en ese momento el adulto evite la interacción y la atención del niño. Por este motivo, un simple hecho como desviar la vista hacia otro lado, puede ser suficiente para que reaccione y cambie su comportamiento.
También puede ser necesario retirar durante unos minutos al niño hasta que se haya calmado. Este tiempo puede ser suficiente también para que los papás se tranquilicen y vuelvan a un “estado de normalidad”.
Una vez conseguido que nuestro hijo se calme, es importante que hablemos con él de manera relajada, mostrándole nuestra alegría y aprobación ante esa nueva conducta.
Es recomendable reforzar de manera positiva los logros que realice, lo que les permitirá ser unos niños seguros y con una alta autoestima.
Durante su desarrollo, el niño pasa por diferentes etapas, hecho que le permite descubrir todo lo que le rodea y aprender a relacionarse con otras personas, ya sean adultos u otros niños.
En este sentido, la labor de los padres o cuidadores en el día a día es vital, donde les enseñaremos los valores necesarios para que en un futuro puedan formar parte de la sociedad, siendo personas autónomas.
Alicia Jiménez Villafuerte
Psicóloga infantil-juvenil