En el envejecimiento es habitual encontrar a personas que por multitud de razones se encuentran solas: no tienen familia cerca, sus amistades han ido desapareciendo, tienen problemas de movilidad, ritmos de vida difíciles de compatibilizar, insuficiencias económicas… Sin embargo, si bien esto puede conducir al aislamiento y a la pérdida de actividad, conviene recordar qué podemos hacer.
En numerosas ocasiones, la clave para cambiar cómo nos sentimos consiste en cambiar las cosas que hacemos. Los cambios que se dan en el envejecimiento, a veces pueden conducirnos a la soledad y la tristeza. ¿Cómo evitar caer en esta situación? Busquemos cuáles son nuestras propias medicinas ANTI-AISLAMIENTO Y ANTI-TRISTEZA. Elabora una lista de 10 o 15 cosas que te gusta hacer. Anota todas las cosas y que, sin darte cuenta a veces, te hacen sentir bien. Después ponlas en algún lugar MUY VISIBLE DE CASA. Esas serán tus “pastillas contra la soledad y la tristeza”. Cada vez que te vengan momentos de encontrarte mal, puedes leer esa lista y decirme “¡No lo pienses! ¡Hazlo!”.
Aquí proponemos algunas sugerencias que pueden ayudarte a encontrar tus actividades “anti-aislamiento”:
• Mantenernos informados de lo que pasa en el mundo, a través de la televisión, radio o prensa.
• Ayudar y responsabilizarse de algunas labores domésticas.
• Hacerse cargo de algún servicio familiar (llevar a los nietos al colegio, cuidar de algún enfermo, hacer encargos).
• Colaborar en actividades del vecindario (administración comunidad, fiestas del barrio o similares).
• Ofrecerse para tareas altruistas (grupos de voluntariado o quizás participación en responsabilidades ciudadanas).
• Proponer y asistir a reuniones de amigos, visitas a familiares o conocidos y tertulias.
• Mantener correspondencia con personas cercanas y con las amistades, felicitar cumpleaños y fiestas.
• Participar en actividades sociales (centros culturales de mayores, excursiones, conferencias, actos culturales).
• Estudiar o prepararse para ocupaciones alternativas (cursos de informática, aulas de la tercera edad, pintura o talleres artesanales).
• Desarrollar algún ejercicio físico en grupo (clases de natación, gimnasia de mantenimiento, pilates, yoga…).
Lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos está totalmente relacionado, por lo que un cambio en alguno de ellos producirá, seguro, alguna modificación en los otros dos. Si creo que ya no valgo para nada, que no puedo hacer nada, que la vida no tiene sentido… mi estado de ánimo se tornará triste, sentiré una profunda soledad, frustración y apatía, y esto me llevará a la falta absoluta de ganas de hacer nada. Por esto es importante que nos lancemos mensajes positivos que nos ayuden a superar esos momentos de flaqueza. Recuerda, no lo pienses, ¡hazlo!.
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Virginia Fernández Fernández
Psicóloga Clínica y de la Salud. Especialista en Psicología de la Vejez y Adultos
Ana Pastor Barrón
Psicóloga Clínica y de la Salud. Especialista en Psicología Infantil, Adolescente y Familias