De forma generalizada, cuando nace un bebé, la habitación del hospital se llena de gente. De familiares cercanos, de familiares lejanos, de amigos, de personas a las que no vemos tan a menudo…
¿Cómo puede llegar a repercutir esta avalancha de visitas en estos momentos tan sensibles? Fundamentalmente, según lo viva la mujer recién estrenada en la maternidad.
El nacimiento de un bebé es siempre un acontecimiento lleno de vida, bello, una noticia muy alegre. Coger en nuestros brazos a un recién nacido nos despierta algo muy profundo.
Sin embargo, no nos damos cuenta, de que para que la adaptación del “cachorrito” a la vida se produzca en las mejores condiciones, para que la lactancia se instaure sin problemas, sin dolor… es fundamental que el bebé se encuentre el mayor tiempo posible en contacto directo, piel con piel, con su madre y si esto no fuera posible, con su padre o con otra persona de confianza directa para la madre.
No nos damos cuenta de que, en general, las mujeres, sobre todo primerizas y en los primeros días tras el parto, no sacan el pecho igual para amamantar al bebé delante de la pareja que delante de un familiar con quien no tiene confianza y esto podría afectar al inicio de la lactancia.
A veces, las familias no son capaces de formular sus deseos de intimidad en los primeros días tras el parto, si es eso lo que queremos… Tememos ofender, disgustar a personas que nos quieren.
Para el bienestar de toda la familia, pero en especial para que las necesidades de los nuevos padres y el bebé se encuentren cubiertas, sería necesario hablar en relación a las visitas y cómo gestionarlas adecuadamente y desde el respeto para el bienestar de todos los miembros de la nueva familia.