Quizás te suenen las siguientes frases… “He acabado el día y tengo la sensación de que no lo he disfrutado”, “tengo demasiada carga de trabajo”, “siento que no llego a nada, me falta tiempo”, “tengo demasiado estrés”. El trabajo, los niños, la casa, la pareja, tu vida social… ¿Sigo? Todo se agolpa delante de una y parece que no tenga fin. ¿Alguna sugerencia?
Puede que la respuesta no esté tan lejos de ti, te daré alguna pista….
Ha sido portada de la revista Time y periódicos y revistas de todo el mundo están publicando artículos sobre ello. Grandes compañías como Google, Apple, Yahoo, Ford o Intel comienzan a contemplarlo dentro de su plan de formación, y no, no es ninguna pastilla milagrosa: de hecho el “remedio” no está fuera, sino dentro. ¿Quieres alguna pista más? Se han escrito cientos de artículos sobre él en las más prestigiosas revistas de Ciencia, como Scientific American o la American Psychological Association, gracias a los grandes beneficios que ofrece a nivel psicológico, emocional y físico. ¿Adivinas de qué se trata? Su nombre es Mindfulness y se ha mostrado eficaz en multitud de tratamientos, entre ellos los efectos negativos del estrés. ¿Interesante?
Definitivamente Mindfulness está de moda. Pero ¿Qué es? ¿Cómo se practica? ¿Podré hacerlo? ¿Ha sido probado científicamente? ¿Dónde puedo aprenderlo? Intentaré responderte a estas y a otras preguntas.
Desde que en la Universidad de Massachusetts se probara un programa pionero de Intervención para la reducción del estrés llamado MBSR (Mindfulness Based Stress Reduction), el interés por esta manera especial de meditación no ha parado de crecer. Y no es para menos, ya que este programa ha demostrado su eficacia en más de 20.000 pacientes y se ha implantado ya en más de 250 hospitales de Estados Unidos. A partir del año 2010, la investigación sobre Mindfulness y sus aplicaciones prácticas ha crecido de manera exponencial, abarcando materias como la neurociencia, la medicina, la psicología clínica, la psicoterapia o el mundo del trabajo social entre otros.
Mindfulness se ha traducido normalmente por “Conciencia Plena”, “Atención Plena”, o más recientemente como “Meditación de Atención Plena” pero, en realidad, es un anglicismo de la palabra de origen Pali, “sati”, que originalmente significaba atención y recuerdo con conciencia para no olvidar.
La forma de ponerlo en práctica, expuesta de manera simple pero no por ello sencilla, sería la siguiente:
La idea principal es prestar atención de manera consciente a todo lo que nos ocurre de manera subjetiva a nosotras mismas (qué siento, qué pienso, cuáles son mis emociones en este momento, etc) y, una vez reconocidas, observarlas tal y como son sin identificarnos con ellas. A la vez, hemos de ser conscientes de lo que está pasando a nuestro alrededor -qué está sucediendo- pero observándolo (siempre desde nuestras posibilidades) desde esa misma perspectiva de “observadora neutral”. Esta observación interna y externa ha de estar (en la medida de lo posible) libre de juicios para permitirnos no reaccionar de manera automática y así poder decidir cómo actuar de la manera idónea.
El “control” del que estamos hablando no es magia, sino que viene dado por una capacidad humana de inhibición de los impulsos modulada por el lóbulo frontal, la cual permite que no reaccionemos ante las experiencias en modo “piloto automático” sino de manera totalmente consciente. Sin embargo, esta capacidad innata necesita de práctica para poder cultivarla y fortalecerla.
Resumiendo, Mindfulness sería pues un tipo especial de meditación, absolutamente desprovista de elementos religiosos, que nos ayuda a focalizar la atención de manera consciente; que observa la experiencia (tanto interna como externa) con aceptación; y cultiva y cuida la intención y la actitud que tenemos en ese momento ante la situación dada.
Para aprender a practicar el Mindfuness normalmente se acude a centros donde se enseñan estos programas, como por ejemplo el MBSR o el MB-EPC. Es importante que te informes si dicho programa está validado y si el instructor o instructora tiene la preparación y la formación adecuada para impartirlo.
Las “clases” suelen ser en grupo y su duración depende de los protocolos utilizados, que suelen variar entre las 6 y las 8-9 semanas de duración -dependiendo del programa-. La dinámica común es que dentro de las sesiones los participantes practiquen los ejercicios de meditación propuestos llamados “práctica formal” y los alternen con las prácticas informales de Mindfulness para llevarlas a la vida cotidiana, como por ejemplo al lavarse los dientes, andar o al hacer la colada.
Además de las prácticas de meditación formal se enseñan técnicas corporales como el yoga o el Chikung, que desbloquea el cuerpo y permite tener mayor control propioceptivo. Una de las características fundamentales es que al ser clases grupales, el nivel de participación e involucración suele ser muy alto.
Una característica común en todos ellos es el grado de compromiso que tienes que tener con las prácticas formales: normalmente tendrás que dedicar entre 20 y 40 minutos diarios a dicha práctica, ya que uno de los pilares de estas enseñanzas es la práctica en primera persona.
Como ves, Mindfulness no es sólo una forma de meditación sino que también se puede entender como un modo especial de Ser y Estar con nosotros mismos y con el mundo. Eso sí, requiere tesón, constancia y entrenamiento para que pueda permear en toda nuestra vida.
Feliz viaje interior.
Pedro Martín Díaz.
Experto en Mindfulness en contextos de Salud. Instructor de Mindfulness para la maternidad en la clínica Maternatal.