Si creéis que voy a descubriros una fórmula secreta, seguid leyendo porque estáis en el lugar adecuado.
Según mi criterio, la clave para que una familia se organice y funcione -ya sea con uno o dos hijos, o numerosa- está en que todos aquellos que formen esa unidad familiar sean conscientes de que todos y cada uno de ellos manchan, consumen, rompen y desgastan.
Partiendo de esta base nos organizamos a nuestra manera: cada uno de nosotros maneja mejor unas habilidades que otras así que nos hemos ido asignando y repartiendo los quehaceres entre Cristian, los niños mayores y yo. Cristian suele ir a comprar cosas puntuales o hacer recados urgentes -ya que yo odio salir para hacer esas cosas-, yo doblo la ropa porque el resto no lo hace tal y como a mí me gusta, y los niños casi siempre recogen el friegaplatos y la pila, y así con todas las cosas de la casa.
Después ya están las cosas básicas individuales que hace cada uno. Los niños mayores (Sarah de 10 años y Roy de 6) hacen siempre todas sus cosas: cambiar las sábanas, guardar la ropa en el armario, preparar la merienda, limpiar la habitación… En fin, prácticamente todas aquellas cosas que un adulto también hace para sí mismo, porque cuando llegan a la habilidad y comprensión para realizar una tarea ¿por qué se lo íbamos a hacer nosotros? Y me diréis ¡pues claro! Y no, no está tan claro: muchas veces Cristian encuentra en el trabajo a familias haciendo la compra mientras los hijos se quedan mirando cómo sus padres compran, sin hacer absolutamente nada. En casa, nuestros hijos tienen claro que la comida es de todos por lo que dan por hecho que todos hemos de colaborar.
Lo divertido llega cuando al final, se acaban involucrando en todas las tareas y formando parte de todo. Es ahí cuando llegan conversaciones buenas para ellos, para su futuro… “Mamá qué caro es este jabón” o “Papá tenemos que comprar trapos para el polvo porque estos están muy desgastados”.
Para que todo ello sea posible, hemos adaptado la casa para que los niños tengan mayor accesibilidad y puedan tener la máxima autonomía. En la cocina tenemos productos no tóxicos para cuando ellos limpien y un banquito que utilizan cuando no llegan a algo. En el baño tenemos colgadores a su alcance etc.
Para que los niños vayan siendo conscientes y se habitúen es importante ir inculcándoselo desde bebés, cuando empiezan a coger objetos y su campo de visión y percepción es más amplio. Eros, de año y medio, hace tiempo que recoge sus juguetes le ayudamos porque es pequeño), ayuda a poner lavadoras, tira cosas a la basura o limpia lo que ha ensuciado. Como veis, los bebés ya tienen mucho que hacer.
Para concluir veo interesante enumerar algunos de los grandes beneficios que conlleva todo esto: no caerá todo el peso de la casa encima a uno solo, habrá una mayor comunicación familiar y los niños valorarán los ratos libres de juegos además de ampliar su autoestima, su poder de decisión, su autonomía y su seguridad. Muchas veces Cristian y yo nos levantamos de la cama y nos encontramos el desayuno preparado, y eso sabe mejor.
Cuando los dos mayores nos ven ajetreados y uno de los bebés, Eros o Harlen, necesita atención, entienden ese estrés puntual nuestro y acuden a entretenerlo para que acabemos con tranquilidad lo que nosotros, los padres, estábamos haciendo. Y te das cuenta de que lo haces bien cuando tu madre te comenta que los niños le agradecen repetidamente todo lo que hace por ellos cuando les cuida.
Sandra Ss