¿Qué es la fiebre?
La fiebre es uno de los problemas que más guerra da tanto a los pediatras como a los papás. En realidad, no se trata de ninguna enfermedad, sino que consiste en un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo cuando se enfrenta a una infección.
Es un incremento de la temperatura que se debe termometrar a nivel axilar. Se considera fiebre a partir de 38ºC axilar (en oído, boca, culito hay que descontar -0,5ºC con lo que 38.5ºC equivaldría a 38ºC axilar). Denominándose febrícula entre 37-38ºC axilar.
Por sí misma no causa daño cerebral, ni ceguera, ni sordera, ni muerte pero da malestar general e incluso en niños predispuestos (4%) puede provocar convulsiones.
Las convulsiones febriles son una respuesta al aumento de temperatura y suelen aparecen incluso antes de detectarse la fiebre. No dejan secuelas neurológicas por sí mismas, ni tampoco pueden evitarse con el tratamiento precoz de la fiebre.
¿Es habitual que los niños tengan fiebre?
¡Padres! Preparaos para el segundo año de vida, visitaréis mucho al pediatra y sabréis lo que es la fiebre.
La primera infancia es la etapa que más infecciones cogen debido a la desaparición de las defensas transferidas durante la gestación y al inicio de las guarderías.
Ni la cantidad de fiebre ni el descenso lento de ésta tras administrar antipiréticos indican la gravedad de la infección.
La fiebre se comporta como una ola, si la detectamos cuando empieza a subir y administramos antipirético en ese momento, evitaremos que la ola sea más alta, pero aún estaremos en la subida de la fiebre. Por lo tanto, puede que persistan esas décimas de más hasta que la ola vuelva a bajar (por eso se dice que no ha hecho efecto el antipirético, porque no ha desaparecido la fiebre, pero en realidad lo que ha hecho ha sido evitar un pico más alto).
En cambio, cuando la ola va de bajada, es más rápida la respuesta del antipirético e incluso puede desaparecer de forma espontánea.
¿Cuándo debemos tratar la fiebre y con qué?
Un niño con fiebre pierde mucha agua, por lo que es muy importante ofrecer continuamente líquidos y mantenerlos correctamente hidratados en todo momento.
De todas formas, para mejorar el confort se aconseja desabrigar e incluso bañar al niño con agua templada, e irle echando agua encima durante varios minutos (lo que hace bajar la temperatura es la evaporación del agua en la piel, no la temperatura del agua).
Es importante hacer esto cuando la ola de la fiebre haya empezado a bajar, ya que justo en la subida será muy mal tolerado (tendrá tiritones, escalofríos, manos y pies helados y aumento de los latidos del corazón).
Existen dos grandes antipiréticoss: el Paracetamol y el Ibuprofeno, que habrá que suministrar a nuestros hijos en la dosis indicada por nuestro pediatra siempre y cuando se lo haya prescito.
¿Cuándo es importante acudir al pediatra?
- Lactantes menores de 3 meses (tienen mucho más riesgo de infección generalizada)
- Presencia de manchas rojas en la piel que no desaparecen al estirar la piel de alrededor (petequias)
- Rigidez del cuello
- Convulsión febril
- Dificultad para respirar (marca las costillas, se oyen pitos)
- Decaimiento importante, irritabilidad difícil de calmar
- Vómitos y/o diarrea persistente que causen deshidratación (lengua seca, ausencia de lágrima o saliva, ojos hundidos)
Dra. Carme Palasí (Pediatra Equipo de Atención Primaria Sardenya-Barcelona)
Dra. Sara Serra (Residente de pediatría (R3) del Hospital Sant Pau Barcelona)