Uhmmm Puede ser verdaderamente útil: visibilizar el posparto, mostrar la realidad del reajuste familiar con un recién nacido en casa pero ,
¿Será realmente posible, con una cámara presente, respetar la intimidad de una familia en un momento tan delicado como es el posparto?
Esta batería de pensamientos me abordaban una y otra vez cuándo Bebé a Bordo era tan sólo una idea y me hablaron de la posibilidad de ser yo el hilo conductor del programa. Finalmente decidí lanzarme a la piscina. Puse mi miedo en silencio y decidí hacerlo. Se hacía mucho más poderosa la necesidad de mostrar algo que no está escrito, de lo que no hablamos.
El embarazo, especialmente si es el primero, es un momento rosa. Las mujeres nos cuidamos especialmente, nos crece la barriguita y todo parece florecer a nuestros pasos. Estamos frutales, radiantes. Nuestro entorno familiar nos cuida, nos halaga. A medida que se acerca el gran día nuestra gran preocupación se centra en el parto. El postparto no nos suele preocupar: Eso será pan comido
Y llega el bebé, nos dan el alta en el hospital y nos vamos a casa con un nuevo ser. ¡Aterrizaje forzoso! ¿Qué capítulo no me leí durante el embarazo? ¿Por qué me siento tan acuosa? Lágrimas, leche, sudor, sangre y un bebé que me dice algo que no soy capaz de entender.
El programa es como abrir una ventana. Sin ruidos, respetuosamente, para convertirnos en observadores de momentos íntimos y reveladores. Las familias comparten sus dudas, sus temores, sus inseguridades con nosotros y hemos presenciado como unas palabras amables, una escucha activa y unas pautas carentes de juicios nutren y acompañan la transformación de las familias
Bebé a Bordo es una escuela viva. Situaciones reales, con familias reales. Un auténtico privilegio.