El día que nació tu hijo y te lo pusieron en brazos, estabas completamente emocionado y, a la vez, paralizado ya que ni siquiera eras capaz de expresar lo que minutos antes acababa de ocurrir en la sala de partos. Muchas fueron las horas de espera, de tensión, de no dormir, de apoyo continuo a tu pareja… y allí estaba ese pequeño bebé acoplado entre tus brazos, hecho una bolita, arrugado y con parpados hinchados. Sin apenas darte cuenta, sabías cómo sujetarle y el mimo que otorgarle. Los días del hospital, aunque agotadores por la falta de sueño, continuas visitas y multitud de mensajes de felicitación, pasaron como una nebulosa de gran emoción. El protagonista era tu hijo junto a la mamá y tú… ya casi ni existías para el resto de tu entorno. Pero, eso no tenía la mínima importancia. Eráis una familia.
El coche ya estaba preparado con todos los dispositivos de seguridad para el primer viaje en coche de tu hijo y el maletero lleno de bolsas, carro y regalos recibidos. Por fin os vais a casa, aunque… “¿Porqué no nos quedamos unos días más en el hospital?”. Que tranquilidad saber que al tocar el timbre alguien va a venir a responder todas tus dudas. ”¿Sabré reconocer qué le ocurre al bebé cuando estemos en casa? Entre los dos, digo yo que… algo en claro sacaremos”.
Y allí están los dos, mamá con el bebé en el pecho casi todo el día y tú, perdido sin saber que hacer. Aparece un sentimiento de frustración al darte cuenta que tu participación con el bebé no es del 50% como habías imaginado durante el embarazo.
Es muy importante que sepas que entre la madre y el bebé se forma lo que llamamos ¨diada¨, (1), lo cual significa que existe un vínculo muy estrecho entre ambos que se prolonga los primeros meses de vida del bebé. En la madre, aparece un fuerte instinto de protección hacia vuestro hijo, como el que observamos en el resto de mamíferos con sus crías. Lo que siente la madre, especialmente en los primeros tres meses de vida, es como si estuviese en el ¨cuarto trimestre de gestación¨. A todo esto se une el cambio hormonal tan brusco que tiene lugar tras el parto y el “agotamiento crónico” al estar en esta alerta continua de protección. Entonces, ¿qué pintas tú aquí?
El soporte emocional que le proporcionas a la madre es más importante de lo que puedes imaginar. La madre se encuentra en una montaña rusa de emociones contradictorias, y tú te conviertes en su referente de la realidad. (2) Verás cambios de humor y opinión a lo largo de un mismo día, y esto tiene mucho que ver con las horas de sueño que haya podido dormir. Por eso, anímala a que descanse siempre que lo haga el bebé, ya que sus ritmos de sueño y alimentación todavía tardaran unos meses en regularse, despertándose más veces en la noche y probablemente más dormidos durante el día.
Una de las cosas con las que seguro disfrutarás mucho será en el baño del bebé. Y después, darle un masaje por todo su cuerpo para así relajarle y disminuir la posibilidad de aparición de cólicos. Éste es uno de los momentos más esperados del día en el que serán sólo tuyos y de tu hijo.
Otra de las cosas que también podrías hacer tuya, sería estar al día de cuales son las revisiones con el pediatra, vacunas e incluso saber qué hacer en el caso de que el niño se ponga enfermo.
Estas son sólo unas sugerencias en las que tú como padre puedes sentirte implicado desde el primer día en el cuidado de tu bebé. Por supuesto, este aprendizaje en el nuevo rol implica un continuo intercambio de comunicación con tu pareja. Sólo vosotros podréis encontrar el equilibrio en la repartición de la multitud de tareas nuevas con la llegada del bebé. Comunicar es la base para que así podáis vivir estos momentos tan especiales con la máxima tranquilidad y disfrute.
Fuentes:
1. La maternidad y el encuentro con la propia sombra. Laura Gutman. Editorial RBA libros. Edición 2008.
2. Una nueva paternidad. Editorial Pedagogía blanca. Edición 2013.