Reconocer las emociones

Tiempo de lectura: 3 minutos

Comprender las emociones es uno de los aspectos más complejos para los adultos, así que… ¡Imaginad para los niños!

Cuando un niño ríe o está alegre, nos contagia esa felicidad. Lo mismo sucede cuando se siente triste o enfadado. En ese momento percibimos su malestar y, más aún, cuando uno es responsable de ese niño en cuestión.  

Es importante ser consciente que, todos estos mecanismos de expresión, tienen un trasfondo de supervivencia. Los bebés, por ejemplo, se comunican fundamentalmente a través del llanto cuando sus necesidades no están siendo satisfechas, y, poco a poco, van adquiriendo otras formas de expresarse y comunicarse. Del mismo modo que la tierna sonrisa de un bebé es capaz de embaucar a cualquiera, un llanto prolongado puede llegar a desesperar y poner en modo alerta a una persona.

Las emociones son la pura expresión de los sentimientos. La capacidad de relacionarnos con los demás tiene mucho que ver con conocernos a nosotros mismos, pues no podemos empatizar y ponernos en el lugar del otro, sin saber cómo sentimos.

¿Cómo trabajar las emociones con los niños?

Los adultos podemos arrojar mucha luz a los niños sobre la comprensión de las emociones.  Podemos guiarlos para que vayan entendiendo lo que sienten y cómo lo sienten, pero no lo podemos hacer si nosotros mismos no lo hemos trabajado como adultos. Trabajar en profundidad y con respeto las emociones con niños, requiere madurez y autocrítica. 

El pensamiento emocional es complejo pero, bien trabajado con los niños, puede regalarles los mejores frutos para su desarrollo psicológico en la edad adulta.

 

Lo más importante para trabajar las emociones es:

-Reconocerlas: Cuando un niño siente una emoción, hay que ponerle palabras a la misma para que pueda ir distinguiendo unas de otras. En función de la edad, se pueden ir introduciendo conceptos más complejos.

-Validarlas: Cada una de las emociones tiene un rol en nuestro interior y el paso previo a la gestión es aceptarlas. Es como si dijéramos, darles la bienvenida.

-Gestionarlas: ¿Cómo se gestionan las emociones? Pues es tan sencillo como dejarlas convivir en nuestro interior. No negarlas, sino sentirlas con toda su intensidad. Transitarlas sin más. 

Puede ocurrir que los niños, según la intensidad de esas emociones, requieran de intervención para evitar daños. Es el caso de la frustración, el terror o la ira. Son emociones que pueden llevar a “descontrol” y, como adultos, debemos ser capaces de ayudarles a canalizarlas con el fin de evitar agresiones.

¿Cómo ayudarles en estos casos?

Inicialmente, trataremos de intervenir lo menos posible, dejando que esa emoción transite para que el niño pueda encontrar su estado de equilibrio. En ese momento, hablaremos con él y le proporcionaremos alternativas para gestionar esa emoción desde el diálogo y la comprensión.  

Una alternativa a “pegar a su hermano”, pudiera ser, desfogarse con un cojín. Una almohada que sirva para descargar la ira de ese enfado, por ejemplo. Cuando les cuesta resolver conflictos, también se deben dirigir a los adultos para que podamos intermediar en esa gestión. Es muy común escuchar: “Que se arreglen entre ellos…”. Pero sólo será válido cuando tengan las herramientas adecuadas. Si no son maduros para ello, los adultos deberán intervenir.

El descubrimiento de las emociones y su gestión son procedimientos muy complejos que deben acompañarse desde el autoconocimiento y la formación pero, sobre todo, con respeto y empatía. 

A continuación os dejamos una propuesta de actividades y lecturas que ayudarán a los más pequeños a descubrir y gestionar sus emociones: 

 

 

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