La recuperación postparto se basa en la rehabilitación de todas las estructuras de nuestro cuerpo que han sufrido cambios por todos los meses de embarazo. En ellos la mamá se ha ido adaptando para ir dando cabida al bebé y cubrir todas sus necesidades.
Los nueve meses de gestación junto con el parto se acompañan de ciertas secuelas que es recomendable trabajar lo antes posible, y es lo que nosotras llamamos recuperación postparto.
Durante los ocho diez primeros días del postparto, aquellas partes blandas que sufrieron fuertes tensiones, se encuentran en proceso de cicatrización. Por esta razón, se deben respetar los tiempos, trabajar de manera suave, simplemente para ir tomando conciencia de nuestro abdomen y suelo pélvico y mandando vascularización a esa zona pero sin sobrecargarlos.
Una vez pasados estos primeros días sería recomendable realizar una valoración del abdomen para poder evaluar cuál es su estado y ponernos “manos a la obra”. Para la valoración del suelo pélvico recomendamos esperar el tiempo de cuarentena en el que la mamá se irá recuperando de manera natural; de esta manera evitamos tratar ciertas “patologías” que se recuperarían por sí solas.
La recuperación postparto siempre depende de cada mamá, del embarazo que haya llevado y, lo más importante de todo, de cómo ha transcurrido el parto. Depende mucho si ha sido natural, instrumental, por cesárea o si ha habido trabajo de parto que al final haya acabado en cesárea de urgencia.
En mayor o menor medida también influyen las condiciones de cada mujer, puesto que la naturaleza de la mamá ayudará o no a que esta recuperación sea más o menos rápida.
Los puntos clave a rehabilitar son: nuestro abdomen y suelo pélvico, que trabajan de manera conjunta y sinérgica y la toma de consciencia de una buena alineación corporal. Esto último es más difícil, sobre todo en la época de la lactancia o crianza ya que el cansancio y el cargar al bebé para amamantarlo no ayuda mucho.
La recuperación es esencial para no crear alteraciones en un futuro ni disfunciones que a la larga puedan darnos serias preocupaciones y, por otro lado, para tener el cuerpo bien preparado para otro futuro embarazo.
En un parto natural, la pelvis de la mamá ha sufrido muchos más cambios que la de un parto por cesárea, ya que se han agrandado lo máximo posible los diámetros pélvicos. El bebé entra por lo que denominamos “la excavación pélvica” y por último atraviesa el suelo pélvico que funciona como la puerta de salida al exterior. Esta musculatura se tiene que relajar y adaptar a la cabecita del bebé. Es la parte que más puede sufrir por tema de desgarros o episiotomía en caso de que no quepa la cabecita del bebé. Y se lesiona sobre todo en el primer parto de la mamá ya que es la primera vez que se tiene que estirar tanto el periné. Por lo tanto, la recuperación va a ir muy centrada en la recuperación del suelo pélvico, porque no sólo hay que conseguir una buena tonificación de éste por todo el peso que ha tenido que soportar durante tantos meses, sino porque se ha podido dañar y tener puntos de dolor que si no se tratan no van a acabar desapareciendo por sí solos.
Un suelo pélvico sano es sinónimo de buen tono abdominal, buen funcionamiento de nuestro tubo digestivo, relaciones sexuales satisfactorias… y sobre todo buen nivel de satisfacción íntima y personal.
Algunas estructuras óseas también sufren, por lo que debemos tomar cartas en el asunto, y por último, pero no menos importante, trabajaremos el abdomen para que desde el primer momento empecemos a buscar el tono necesario para conseguir esa cinturita que teníamos anteriormente al embarazo. Y sólo se puede alcanzar con trabajo, entrenamiento y esfuerzo.
La recuperación de una cesárea es un pelín más latosa ya que se incrementa una cosa más en el tratamiento, la cicatriz. Cuanto más profunda sea una herida, más capas de tejido estarán afectadas e implicadas en el proceso de cicatrización, y por tanto existirá mayor riesgo de formación de zonas de tejido fibrótico (poco elástico) y adherencias, dando lugar a distintos problemas. El tratamiento de fisioterapia debe ser lo más precoz posible con el objetivo de evitar la formación de adherencias, bridas y cordones fibróticos.
Se utilizan tanto técnicas manuales como técnicas instrumentales (radiofrecuencia con INDIBA®) para mejorar el aporte sanguíneo de la zona e ir confiriendo al tejido cicatricial la consistencia y elasticidad necesarias para realizar su función correcta sin limitaciones mecánicas, alteraciones de la sensibilidad ni dolor.
Por último, el trabajar un buen esquema corporal será muy importante para disminuir los dolores de espalda que se suele acusar durante el postparto. Y todo ello siempre de la mano de un fisioterapeuta especializado en obstetricia y uroginecología.