Esta tarde hemos vivido la magia de una clase de Música con Corazón para bebés de 0 a 3 años. Las clases en nuestra escuela están basadas en la investigación más completa y concienzuda que se haya hecho a este momento de cómo aprenden los niños música. Se trata de la Teoría del Aprendizaje Musical (MLT, Music Learning Theory) del mundialmente conocido pedagogo americano Edwin Gordon (USA, 1927-2015).
Lo más destacado de esta teoría es que los niños aprenden música con un proceso muy similar al que aprenden a hablar: primero escuchan durante muchos meses y desde el primer momento de su vida sino antes, después intentan ir imitando los sonidos que escuchan formando palabras, primero poco inteligibles (balbuceo) y luego frases completas que van construyendo de manera improvisada. Sólo cuando los niños hablan muy bien y se manejan con soltura en su idioma comienzan a leer y escribir, cuando aproximadamente tienen 6 años. La gramática aparece en un momento tardío como una explicación teórica sobre el lenguaje que ellos dominan de manera real y empírica.
El mismo proceso debería ocurrir en la música: los niños deberían escuchar mucha música rica y variada, no grabada, sino vivida en situaciones reales de comunicación musical, tener un buen ejemplo vocal y rítmico en los adultos que les rodean. Después intentarían imitar sonidos del entorno primero de forma desajustada (balbuceo musical) para ir poco a poco siendo capaces de cantar canciones enteras y de crear sus propias melodías y ritmos. Finalmente y después de manejar de esta forma directa y viva la música, aprenderían a tocar los mismos sonidos en un instrumento y finalmente aprenderían a leer y escribir música.
Este es el proceso en el que sumergimos a los niños en nuestras clases desde que llegan con pocos meses a la escuela: escucha rica y variada con un gran modelo de musicalidad en su profesora.
Nuestra clase comienza con una rutina de saludo al que van siguiendo de forma alternada recitados rítmicos y melodías cuya característica principal y diferenciadora es la gran riqueza musical que poseen: múltiples modos y métricas musicales que ofrecen al niño la mejor “dieta” musical posible. A estas canciones siguen largas pausas donde la profesora interactúa de forma individualizada con cada niño mediante patrones rítmicos y tonales (son como palabras en la música) y les anima a imitarlos. No usamos palabras habladas, sino que la atmósfera es pura y genuinamente musical.
El respeto al desarrollo de cada niño es absoluto y las madres acompañan pero no presionan a los niños para hacer nada en concreto ni para tener todos los mismos comportamientos o respuestas. Cada niño vive su proceso a su forma y ritmo y es esencial que se respete.
Acompañamos las actividades con sencillos objetos destinados a captar la atención de los niños y a favorecer las estrategias de movimiento que se proponen. Es curioso observar que nuestras canciones son mayoritariamente sin letras ya que queremos enfocar en que el niño capte el sentido musical de lo que oye y no se distraiga con la historia que cuentan las letras de las canciones.
Nuestras clases son completas porque la profesora construye una base sólida sobre la que se apoyarán todos los futuros aprendizajes musicales del niño, en una secuencia progresiva y constante cuya única finalidad es el desarrollo óptimo de la inteligencia musical con la que todos nacemos.
Ser músicos desde el comienzo de la vida nos ofrece un antídoto de por vida contra la tristeza, la apatía y el decaimiento.
Marisa Pérez
Directora y Fundadora de Música con Corazón